Premio conmemorativo de Kinloch Rivers
linda lee harper
Sin nombre
como un perro desechado,
el abrigo perdido espera
en una percha en el autobús
estación, un calentador de banco,
interruptores negros colgando
donde los botones podrían montar
en otros estilos, desteñido
cordón flácido como cabello sucio,
deshilachado donde algunos dedos,
probablemente echando de menos este abrigo
en una mañana tan fría de noviembre,
Todavía busco a tientas al fantasma
de cierres pasados incluso cuando
abroche su chaqueta nueva,
pregunto por un instante
que fue de eso
vieja cosa lanuda sacrificada
en el altar de la prisa y
enfado; el último viaje para ver
le había costado—el mal sexo,
la de las ligeras perversiones
permite un último encuentro,
colisión final, todo
eso ha dejado un mechón
de la memoria tirando hacia abajo,
sólo un rastro de discreto
travesti sólo el abrigo
evoca, arrojado a una silla,
luego se deslizó y se dejó caer
de una bolsa rodante,
como invisible a la salida
como el moretón que dejaron sus labios
en un muslo, el que
no será púrpura hasta
la distancia a casa, a la mitad.