El premio Marjorie E. Peale
María Hutchins Harris
Esperando ser atendido
Atrapado entre la necesidad del anonimato
y por no estar de espaldas a la puerta,
Elegí sentarme en el Cangrejo Tullido,
primera cabina al entrar, con una vista
de ventanas, más allá del tragaluz, la espuma de poliestireno
cajas para llevar apiladas detrás de la caja registradora,
sólo para ser atraído a la puerta,
pero no para mirar quien va y viene,
personas que nunca volveré a ver, pero en cambio
sentarse maravillado ante la escena del mar grabada
en el recuadro de cristal, las algas subiendo
del marco de la puerta como el cabello de Medusa,
cosquillas en las aletas de los peces que nadan alrededor
la sirena, protégela de su especie
con dientes más afilados, atrapados en un ataque de envidia,
su cola festoneada desde las caderas hasta la aleta hacia arriba,
la mitad de largo que su cuerpo, desnudo
y sin miedo a los labios de pescado, aunque no
tan bella como para los mortales subrepticiamente
observando cómo sostiene un mechón de cabello
mientras flota en el cristal transparente, tan cerca de la
pecho apartado del pomo de la puerta,
su pezón tan distinto, me pregunto si ella tiene frío
en este restaurante climatizado, o si
ella sabe más sobre las rosas rojas sentadas
en el alféizar de la ventana de lo que está dispuesta a contar.